viernes, 8 de mayo de 2009

"La Generación de 1927".

Ignacio Sánchez Mejías, torero, autor dramático y compañero de escritores, quiso aglutinar los actos singulares de homenaje a Luis de Góngora en una gran fiesta poética. Se celebró en el Ateneo de Sevilla el 16 y 17 de Diciembre de 1927. El día 16 de Diciembre comenzó el acto con la disertación de Dámaso Alonso sobre la altitud poética de la literatura española. Juan Chabás analizó la narrativa actual (1927) española. Federico García Lorca y Rafael Alberti recitaron poemas.
El 17 de Diciembre, Gerardo Diego leyó su Defensa de la Poesía; José Bergamín, afónico, elaboró un texto sobre la poesía española en esa época que fue leído por Dámaso Alonso. Recital de poesías por los diferentes poetas asistentes. Lorca concluyó con su Romances Gitanos y el estrépito final ha pasado a los anales de la Historia de la Literatura.
Es el tricentenario de la muerte de don Luis de Góngora, este grupo de autores resalta del autor del Siglo de Oro sus imágenes poéticas, el empuje de la metáfora, la pintura de los símbolos y, sobre todo, este grupo se propone liberar el arte de los cánones académicos que bajo la influencia de Menéndez Pelayo se encontraban. Góngora ya fue defenestrado en su época, en el llamado Siglo de Oro de las letras, por Quevedo y Lope de Vega, no siendo valorado por su complejidad estilística, estilo suntuoso y retorcimientos gramaticales (culteranismo).
Frente al academicismo imperante, estos jóvenes enaltecen a Góngora como símbolo de la pureza poética y faro elegido para navegar por la inmensidad de la poesía. Pero además, irradiaron con reflejos poéticos toda la cultura de lo que se ha denominado como Edad de Plata de la Literatura española. Se apoyan en otro poeta universal, Juan Ramón Jiménez, para abrirse al mundo editorial, literario y cultural, siendo ya cada uno y colectivamente autores privilegiados de la poesía.
Juan Ramón Jiménez es, para todos ellos, el maestro, el ejemplo refrescante de pasión u vigor donde confluye la tradición y el vanguardismo, la creatividad ensalzable y el valor de la belleza estética en sí misma. Juan Ramón Jiménez, Premio Nobel de Literatura, que en el principio apoya y acoge a todos estos poetas, posteriormente se aísla en su propia poesía personal, intimista y pura, llegando a la reflexión de los absolutos y al misticismo.
Tienen también como modelos a otros miembros de la generación anterior, como Ramón Gómez de la Serna, con sus atrevimientos formales y su conocimiento de los ismos de moda en Europa (cubismo, creacionismo, surrealismo,...); Ortega y Gasset, que describió las nuevas orientaciones del arte y la literatura en La deshumanización del arte y en ideas sobre la novela; e incluso el músico Manuel de Falla, promotor de una estética renovadora de la música española.
Remontándose hacia atrás, admiran a Rubén Darío como renovador de las formas y ritmos del lenguaje poético, y a Bécquer con su visión doliente de un mundo en que domina el misterio y el sentimiento.
En Góngora, los poetas del 27 aúnan el gusto por la clasicidad literaria española y la admiración por la radical modernidad de su lenguaje, cuyas imágenes y metáforas eran el mejor modelo de poetización de la realidad. Esta admiración se extiende a otros clásicos, como Garcilaso de la Vega, fray Luis de León, San Juan de la Cruz, el Arcipreste de Hita y la poesía tradicional del romancero, de Gil Vicente o Lope de Vega.
La Generación del 27 está constituida por una serie de autores que cultivan especialmente la poesía lírica, nacidos entre 1892 y 1903, cuyos primeros libros se van publicando entre 1920 y 1930 y poseen como valores literarios el Modernismo, las experiencias vanguardistas, el experimento de las emociones, la creatividad, la originalidad, las metáforas en el acto creativo, imágenes autónomas e independientes, el Surrealismo donde la razón no controla la emoción y el espíritu se humaniza, el compromiso popular donde lo tradicional y la innovación se dan la mano, la utilización de la métrica del verso libre junto al soneto clásico. Mezclan armoniosamente la innovación y la tradición, lo moderno y lo antiguo. Todos se adhieren a la vocación internacionalista y cosmopolita de las vanguardias europeas; sin embargo, mantienen una vinculación afectiva con la literatura española, tanto en sus vertientes culta como tradicional.
Truncadas sus vidas por la Guerra Civil, vivieron en el exilio, exterior e interior, condenados a un silencio impuesto en su patria. Fueron realzados por la literatura de todos los países que los acogieron, conocedores de sus valores. Es asombroso pues, que en ese enmudecimiento obligado, el grito de libertad y creación surgiera sobre su propia historia personal y temporal hacia las cumbres líricas de la literatura universal. Es el poder de la palabra y la belleza sobre la bestia de la fuerza y la dominación.
Luis Cernuda envuelto en su limitación personal se enfrenta al mundo generador de dolor y cólera. Pedro Salinas canta al amor en plenitud. Gerardo Diego aporta una enorme variedad lírica. Jorge Guillén canta a la alegría de vivir, la contemplación del mundo y, al final, al dolor, la injusticia, la guerra, la muerte. Lorca, en su melancolía, muestra el populismo y la cultura gallarda de lo cotidiano, lo sencillo y la pasión, ensalza el espíritu de lo humano en la creación folclórica. Vicente Aleixandre evoca el esplendor de lo feliz, la imaginación junto a lo conmovedor de la angustia, el dolor, la tragedia y la soledad. Dámaso Alonso se apasiona ante Dios y analiza la muerte y la injusticia. Rafael Alberti desde lo popular al sueño, de lo sencillo a la nostalgia, al compromiso político, a la expresión de la emoción.
La influencia de este grupo incidió en pintores, músicos, arquitectos, cineastas; etc., y todo un mundo cultural y artístico. La propia experiencia humana y el realce del lenguaje en su belleza estética alcanzan la perfección con este grupo.

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